Investigación, memoria y educación:

 Un triángulo patrimonial 

Columnista:

María Angela Botero Saltaren

Decir que  la  educación y   la investigación son funciones del museo  parece  ser  un  lugar  común, algo casi obvio, sin embargo, cuando eso quiere  ser llevado a la práctica suele suceder que ambas funciones sean abordadas como islas, cuando realmente deben ser pensadas, junto con la memoria  cultural, como un triángulo compuesto por tres vértices de igual importancia, un triángulo que permite una correcta relación con el patrimonio.

El primer vértice de este triángulo es la memoria cultural, que es definida por Agnes Heller como un constructo que  esta  está conformado “por objetivaciones que proveen significados de una manera concentrada, significados compartidos por un grupo de personas que los dan por asumidos. Éstos pueden ser textos, tales como pergaminos sagrados, crónicas históricas, poesía lírica o épica. También pueden ser monumentos, tales  como edificios o estatuas, abundantes en signos materiales, señales, símbolos y alegorías igual que depósitos de experiencia, memorable erigidos a manera de recordatorios. Más aún, la memoria cultural está incorporada a las prácticas repetidas y repetibles regularmente,  tales  como fiestas, ceremonias, ritos. La memoria cultural igual  que  la memoria individual está  asociada a los lugares donde ha ocurrido algún suceso significativo  y  único. Memoria cultural es construcción y afirmación de la identidad”. (2003:5-17)i. La definición anterior implica que la construcción de la memoria colectiva requiere de su constante recuperación para que conserve los significados compartidos, bien ha ocurrido en distintos momentos de las civilizaciones que los soportes materiales e inmateriales que eran valorados fueron abandonados por el desuso ó la incorporación de unos nuevos.

Esta idea de memoria cultural nos lleva rápidamente al concepto de patrimonio cultural, que la UNESCO define “en su más   amplio sentido” como que “es a la vez un producto y un proceso que suministra a las sociedades un caudal de recursos que se heredan del pasado, se crean en el presente y se transmiten a las generaciones futuras para  su beneficio”. Así mismo y acorde a la definición anterior de memoria colectiva, el patrimonio no solo es “material, sino también patrimonio natural e inmaterial”.

Partiendo de estas dos definiciones se pueden rescatar algunas ideas  claves  para tener en cuenta al momento de diseñar nuestras actividades educativas en el museo. En  primer lugar recordar que la memoria está constituida de significados colectivos, por ende, ante la variedad de identidades que conforman nuestro público  en  el museo, debemos preguntarnos por quienes son los que nos visitan y cuáles son los significados que compartimos y los que no. Puede pasar que una parte de nuestros visitantes compartan  nuestro universo simbólico, otros aunque los encuentran ajenos, los reconocen como propios  de  esta cultura diferentes pero conocida y finalmente aquellos  que les resulta completamente extraña y desconocida. Reconocer las diferencias y puntos en común con nuestro público y público potencial, nos permiten una  mejor adecuación de los mensajes.

Otro aspecto importante es el desarrollado por Mathieu Dormaels (2011) quien expone que “La identidad está vinculada al patrimonio, o sea, no al objeto sino a los valores patrimoniales y a las representaciones simbólicas”.  (p. 12). Si bien el patrimonio requiere de un soporte material o inmaterial, no es en el soporte que esta el proceso de identificación sino en esas “representaciones simbólicas” que hacemos. Por lo tanto, al momento de crear nuestras actividades debemos prestar tanta atención al objeto, como a lo que representa. Esta  afirmación  puede parecer obvia, pero aún existen museos donde el objeto es  conservado,  expuesto  y  cuidado como centro del proceso educativo, a tal punto de impedir su valor didáctico. Con esto no quiero decir que se debe poner en riesgo objetos valiosos que tenemos en los museos, sino por el contrario,  que  podemos  aprovechar todo el valor simbólico y documental de un objeto sin ponerlo en riesgo, al no centrar nuestra actividad educativa en el mismo, sino en su valor testimonial.     

En cuanto a la vigencia del patrimonio, el documento sobre Indicadores UNESCO de Cultura  para el Desarrollo (IUCD), nos recuerda que “se ha de entender el patrimonio de tal manera que las  memorias  colectivas  del  pasado y las prácticas tradicionales, con sus funciones sociales y culturales, sean continuamente revisadas y actualizadas en el presente, para que cada sociedad pueda relacionarlos con los problemas actuales y mantener su sentido, su significado y su funcionamiento en el futuro”. UNESCO (2014, p.132)ii. Esto en la práctica quiere decir que debemos relacionar el patrimonio con la vida cotidiana de los visitantes, en especial de los niños y niñas, que, al tener un menor bagaje y experiencia  con  la  memoria cultural, necesitan de fijar sus aprendizajes a situaciones cercanas a ellos para darle sentido y por ende para dar continuidad al mensaje.

Así mismo, la trasmisión de los constructos patrimoniales debe usar didácticas que sean acorde a los grupos etarios que visitan el museo para que sean de interés y recordación de los visitantes. Una investigación realizada por la Universidad  de  Huelva  en España encontró que “La enseñanza y difusión del patrimonio (usa) Estrategias didácticas poco dinamizadoras y participativas (…) Escasa contextualización de los elementos patrimoniales con relación a los referentes espaciales y, fundamentalmente, sociales”.  Estepa Giménez, J. (2013, p. 38)iii.  Muchas  veces  este  fracaso en el uso de las estrategias didácticas se debe a la dificultad para adaptar los mensajes a  los  diferentes  grupos. Acá entra la histórica discusión sobre la trivialización del conocimiento: ¿Se sacrifica la rigurosidad por  tratar  hacer  más accesible la información a públicos no expertos ó infantiles?  Las  distintas reflexiones a esta pregunta han sido objeto  de  innumerables discusiones  y  darían para un artículo enteró al respecto, sin embargo, voy a darles una posible solución: Códigos de color.

Una forma de incorporar los diferentes  niveles  que  tiene un mismo mensaje es escribirlos de diferente color dependiendo el nivel de comprensión que queremos abordar. Por ejemplo: toda la información  pensada  para niños y niñas en color azul, la información para “público general” en color verde y la información para los expertos en color negro. Aunque parece un exceso de  la  comunicación,  nuestro cerebro es tan eficiente que a medida que avance el recorrido, es capaz de reconocer y elegir el nivel de comprensión adecuado. Los más pequeños no se van a detener a leer todos los carteles con información “extraña” sino que preferirán los azules, y los expertos leerán  las  primeras referencias azules y verdes, pero con  el  pasar  leerán  solo las negras. Es una estrategia útil cuando   la  mediación con  el conocimiento es escrita, cuando es oral, nos queda más fácil adaptarla a cada grupo.

La  narración es un excelente recurso, que además de hacer participativa   una   estrategia  didáctica, nos permiten reforzar los procesos de identificación y patrimonialización. “Los estudios sobre memoria colectiva señalan la importancia de las estructuras narrativas en los  procesos de rememoración. A  través de la narración los seres  humanos estructuramos el tiempo, se da sentido a la experiencia, puede ser un medio para hacer frente al cambio y la contingencia, se crea y representa la identidad y se transmiten conocimientos (pues) en el patrimonio cultural convergen dos o más medios de transmisión de la memoria cultural que en su interacción podrían establecer el vínculo entre la “historia recordada” y la “historia recobrada”  en  una  narrativa incluyente en que se exprese el respeto por la diversidad de perspectivas desde las que se puede interpretar un sitio o un objeto patrimonio” Nieto Camacho (2014)iv.

Una opción es el uso de la “puerta narrativa” propuesta por la técnica de “Abriendo puertas” del Programa Zero,  donde se pide a los participantes que construyan una historia a partir de los objetos mismos que se encuentran en la sala ó espacio de trabajo. La narratividad más allá de ser una estrategia didáctica es insumo fundamental para la preservación de la memoria cultural y por ende para el patrimonio. Agrega Nieto Camacho que “la historia que se narra a través del patrimonio señalará los valores y expectativas que deseamos proyectar  hacia  el futuro,  pues  es  a   partir  del recuerdo social que la interpretación del pasado se convierte en experiencias que guían las acciones futuras” v.

Esta característica de la narratividad en la memoria cultural y el patrimonio nos hace entrar en el segundo  vértice  del triángulo patrimonial: La educación, que es el medio que tenemos para la trasmisión a las futuras generaciones, de  nuestros  legados culturales. En los museos, la educación es uno de los fines mismos que tenemos como institución, por ende, es primordial en todos los ámbitos del museovi. En definitiva, para que la memoria colectiva puede llegar a las generaciones futuras por medio de los soportes patrimoniales, es necesario trasmitir esa información a las nuevas generaciones (independientemente de su edad) para que no se pierda, pues como diría Nestor García Canclini “La memoria popular, en la medida en que depende de las personas, «es  una  memoria  corta»” (p.19)vii.

La  educación en el museo es todo un campo de trabajo, que durante décadas se ha trabajado en  los   diferentes   ámbitos   museales, entre  otras, es  la  razón fundante de esta revista. Esta función del museo puede ser abordaba desde las distintas perspectivas  propuestas  por autores como Silvia Alderoqui, Elaine Heumann Gurian, Ricardo Rubiales, entre muchos otros que han abarcado la temática, sin embargo, para el fin de esta columna, es suficiente con decir que es parte fundamental en el proceso de patrimonialización, pues solo si hay trasferencia a las nuevas generaciones,  las futuras, reconocerán como valiosa esa herencia.  

El tercer vértice del triángulo, lo compone la investigación. El ejercicio investigativo nos permite renovar, trasformar y reafirmar la memoria colectiva. Esta investigación también  la  podemos hacer en el museo,  bien  sea investigando y documentando los soportes patrimoniales mismos, ó aportando a las comunidades disciplinares que llevan a cabo esta labor. Mathieu Dormaels  expresa al respecto que “Investigar sobre patrimonio no se  refiere a una disciplina en particular. Más bien, son muchas las disciplinas  que  tratan del patrimonio en sus publicaciones, tales como la Historia del Arte, la Arquitectura, la Historia, la Antropología, la Etnología, la Sociología, la Museología o la Geografía, entre otras. Cada  una  de estas tiene sus propios paradigmas, enfoques y teorías que  permiten estudiar el patrimonio según cierto punto de vista”. (2011, p. 9)viii.

Por otra parte, podríamos investigar los procesos  mismos que llevamos a cabo en el museo, estudios de público, indagaciones  sobre  la eficacia  de  las estrategias didácticas usadas, los soportes museográficos, etc. Pero lo que no hay que olvidar es la función investigativa del museo.

En México  se llevó a cabo un trabajo  sobre  las  diferentes  líneas de investigación en los museos, de dicho documento, es del provecho particular de ese escrito, la “línea de investigación que  centra  su  interés en la educación como vía fundamental de comunicación entre el museo y su público”. La cual,  “es sin duda una de las más significativas para muchos de los museos contemporáneos, por  ello las reflexiones sobre modelos didácticos en los museos, los nuevos modelos didácticos museográficos, las relaciones entre programas  educativos  nacionales,  escuelas  y museos, e incluso sobre  la  educación  en  los   museos como acción democratizadora y de redistribución de los bienes culturales de una nación ocupan un papel central.” Pérez- Ruiz M. (1998, p. 103)ix.

La investigación debe ser transversal en el quehacer museístico, tanto como la educación. Los trabajadores de museo deben tener una actitud de indagación ante los diversos fenómenos que presenta el museo, en su relación con él público, en el aporte documental que se puede hacer con el acervo, con el intercambio interinstitucional,   entre  otras acciones.  Pero como menciona Pérez- Ruiz “la mayor parte de los análisis se han enfocado a atender uno,  dos,  tres o más aspectos, de los muchos que comprenden la compleja vida de un museo, quedando todavía mucho por desarrollar para construir una perspectiva integral”. Por lo tanto “Conocer las experiencias  de  los  museos y su manejo del patrimonio cultural requiere de  un  enfoque y de procedimientos incluyentes que, por una parte, se preocupen por la “integralidad” del fenómeno y, por otra, sean capaces de valerse de las aportaciones conceptuales relativas a la cultura generadas por otras disciplinas, y de las diferentes líneas de reflexión que han centrado su preocupación en el patrimonio cultural y los museos. (1998 p.104)x.

En conclusión, el triángulo patrimonial está conformado por la memoria colectiva que le da identidad a las comunidades y los soportes patrimoniales que la componen; segundo, las acciones educativas que se realizan desde las instituciones educativas en general y los museos en particular, para la trasmisión de los mensajes que son parte del patrimonio; finalmente, la investigación, que permite la continua revisión, renovación e innovación en nuestros quehacer y los conocimientos  que  tenemos del mundo. El cuidado y rescate del patrimonio material e inmaterial requiere de una correcta articulación entre la  investigación, la memoria cultural y su traspaso a las actuales y nuevas generaciones, por medio de la educación.

Notas:

I. Agnes Heller.  Memoria cultural, identidad y sociedad civil 2003. 5-17. En Medina Pérez & Escalona Velázquez (201) La memoria cultural como símbolo social de preservación identitaria. Contribuciones a las Ciencias Sociales. Enero. Recuperado en www.eumed.net/rev/cccss/17/

II. UNESCO (2014) Indicadores UNESCO De Cultura Para El Desarrollo (IUCD) sobre patrimonio. 132-140

III. Estepa Giménez, Jesús ED. (2013) La educación patrimonial en la escuela y el museo: Investigación y experiencias. Universidad de Huelva.

IV. Nieto Camacho A. L. (2014/03/01) Memoria colectiva y patrimonio cultural. El Mañana. Recuperado de: http://www.elmanana.com.mx/opinion/24788

V. Ídem

VI. Por lo menos eso es lo que deseamos todos los educadores de museos, que se reconozca la importancia transversal de la labor educativa, pues hay que ser sinceros y aceptar que aún quedan muchos museos que no incorporan personal educativo ó que lo consideran accesorio. Pero ese es tema para otro artículo.

VII. Garcia Canclini, N. Los usos sociales del Patrimonio Cultural. En Aguilar Criado, E. (1999) Patrimonio Etnológico. Nuevas perspectivas de estudio. Consejería de Cultura. Junta de Andalucía. 16-33  Recuperado en http://bibliotecadigital.academia.cl/jspui/bitstream/123456789/617/1/Nestor%20Garcia%20Canclini.pdf

VIII. Dormaels Mathieu (2011). Patrimonio, Patrimonialización e Identidad: Hacia una hermenéutica del patrimonio. Herencia, vol. 24 (1 y 2), 7-14. Recuperado en http://www.academia.edu/download/41868654/1432-2189-1-SM.pdf

IX. Pérez Ruiz, Maya Lorena; (1998). Construcción e investigación del patrimonio cultural. Retos en los museos contemporáneos. Alteridades, julio-diciembre, 95-113. Recuperado en https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=8198520

X. Ídem


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